martes, 23 de junio de 2009

La Zarzamora, llora que llora

Las millones de lágrimas que se han derramado durante el trayecto de la lastimera humanidad no pueden ser suficientes, sorry Cordero de Dios, Agnus Dei, not you and them combined, because killing you was a also a sin, y asi ad nauseaum --para lavar los pecados del mundo: ni las huellas de sangre, ni las huellas de tortura, sufrimiento, abuso y abyección. ¿Cuántas lágrimas se necesitan para lavar la esclavitud y el sometimiento, las muertes de hambre y las extremidades voladas de los niños, los laboratorios de inquisición donde mueren animales sin culpa, las prisiones abarrotadas de pobres también sin culpa y el hecho de que seamos carnívoros?
Desde ahí todo está de la chingada, desde que el pez grande se come al chico, desde que sin las proteínas de los animales no habríamos evolucionado este cerebro, que se devora el diez por ciento de todo lo que ingerimos y que es el responsable directo de hacernos llorar. Bien lo decía Shakespeare, ese señor que se dedicó a inventar citas citables: "No hay nada bueno ni malo sino que la razón le hace así", y yo que estoy, como su Cleopatra, en mis días de ensalada, cuando tenia verde el juicio, prefiero, como el resto de la humanidad, llorar copiosamente, pero sin culpa, aunque llore por mis culpas.
Es mucho mejor que la culpa de mi llanto, de sus razones o sinrazones, la tenga el azar. Total, nada hay que seque más rápido que una lágrima. Pero ahora resulta que las lágrimas emocionales son una manera del cuerpo de desechar ciertas sustancias tóxicas. La creencia que el llorar tiene efectos positivos es de origen antiguo, y las lágrimas producidas por llorar emocionalmente contienen químicos diferentes que las derramadas por irritantes tipo las cebollas. La lágrimas emocionales contienen más proteínas, y son necesarísimas para mantener la salud emocional y física.

Llorar no es sufrir, es una manera de deshacerse del sufrimiento. Y el sufrimiento ya lo dije, no es nunca culpa nuestra, ¿Verdad?

Siempre hay que echarle la culpa al azar, a la mala suerte, a las estrellas, al biorritmo, al de junto, aunque el 99 por ciento de nuestro comportamiento sea responsabilidad nuestra. Si no, tendríamos que tener más ojos para llorar, porque no alcanzarían esos ínfimos conductos lágrimales de nada más dos ojos para llorar en consciencia. Tendríamos que tener más de dos ojos, además, porque no podemos renunciar a esta libertad de pecar y por eso llorar y por llorar, pecar y llorar y llorar y llorar y llorar, mucho de tristeza, mucho de alegría, pero mucho, mucho, mucho de rabia, de indignación, de dolor, de humillación, de coraje, de lástima por uno mismo. Nunca se llora por los demás, se llora porque lo que les pasa a los demás, lo que hacen los demás, lo que dicen los demás, nos afecta a nosotros, aunque al final esto genera lo único que salva y redime y purifica, y no es el sufrimiento, que nada salva ni nada redime ni nada purifica, sino la compasión, que enciende el impulso de altruismo.
Quiero llorar de pensar que siempre lloramos por y para nosotros, de horror y de impotencia y de tristeza.

Y quiero también llorar de pensar en la suerte y en el azar: el amigo más fiel y el enemigo más poderoso de nuestros anhelos; tiene para nosotros cara de indescifrable pero para los dioses es vehículo del destino de cada uno. Quiero llorar de pensar que no podemos ser lo que nunca íbamos a ser de todos modos, luchemos cuanto luchemos, porque, aún si lo logramos, jamás lo disfrutaremos, nos pasaremos la vida tratando de defenderlo. Moriremos, como en todo, en el intento. Pero lo intentaremos y derramaremos muchisísimas lágrimas, más de las que son contables y menos de las que caben en el óceano, en la empresa y no sabremos que es pura maya, pura ilusión, que de nada sirven los 10 mandamientos, ni los vedas, ni el libro de los muertos tibetanos, si no tenemos de nuestro lado los dados cargados de los dioses, y que solo vemos un ínfimo aspecto de los electrones que nos distorsionan, al observarlos, nuestra realidad de espejismo.
Y nos va la vida en ello y parece que nos va la vida en ello y nos consideramos afortunados si sufrimos poco, que no si nos alegramos mucho, porque más miedo nos da sufrir que regocijo gozar. ¡Ay no, que no me vaya mal, ay no que no me quiten lo que quiero, lo que tengo, lo que me costó tanto trabajo, ay no, que no me quede sola, ay no, que no me quede con él, ay no, ay no, ay no! Y todos, como decía Schopenhauer, son valores negativos y la vida es para sufrirla y no para disfrutarla y el que diga lo contrario que se espere a que se la acabe la vida para darse cuenta de cuanta sabiduría hay en esas palabras y cuanta ilusión en los optimistas frívolos de café que leen manuales de baratija, de autoayuda, que mezclan y revuelven con frases celebres : The Rules y Los Hombres son de Marte y las Mujeres también junto con mujer que sabe latín ni tiene marido ni tiene buen fin y hombres necios que acusáis a la mujer sin razón y la loca de la casa, y lo único que no puedo resistir es la tentación y más lágrimas se han derramado por plegarias contestadas que por las no atendidas, y la vida es sueño y los sueños sueños son, y tiene lágrimas negras, tiene lágrimas negras como mi vida y como el danzón (contigo me voy mi negra aunque me cueste morir).
Y ten cuidado con las listas y los hombres prefieren a las cabronas, y amor de mujer inteligente, placer de pederasta, y ténle piedad a las pendejas. Y sufre porque no eres y sufre porque si eres pero se te va a acabar y sufre porque no tienes y sufre porque si pero te lo van a quitar, y deodorízate, depílate, enflácate maquíllate, vístete, píntate el pelo, cuídate las uñas, civilízate en muñeca inútil y de lujo, y por lo mismo, más seductora que el poleo y házlo sentir fuerte y valeroso y brillante y capaz, y que te mantenga pero que te deje luego para que tu mantengas a su progenie: "No me des hijas, que todos tus descendientes sean varones", no por nada lo han dicho por los siglos de los siglos amén, y la piedad siempre es femenina y la dolorosa, pero también lo son la lujuria, la envidia y la fortuna.

¿Cómo quitarse de la piel la necesidad límbica de ser querido y necesitado y admirado para no ser abandonado, para no ser para la muerte? ¿Con que llenas tus espacios sino es con eso, con esos imperiosos impulsos biológicos? Cuando eso entra en tu vida, ni la literatura, ni la poesía, ni la imaginación, ni el Premio Nobel son suficientes. Ahí está Octavio Paz, que tuvo el peor matrimonio posible con Elena Garro, y a la hija más loca y malita de sus nervios que se pueda imaginar ¿Qué se necesita para no necesitar tan desesperadamente, para confiar asiduamente, para no gritar a mi, a mi, a mi a mi escógeme a mi por favor por favor te lo pido? Dignidad ¿Y quién jamás se ha enamorado de su dignidad y a quién jamás le ha consolado en las noches el desasosiego y quien se ha dejado ver besqueándose y tomando champaña románticamente con su puta dignidad? Por eso más gente cree en José José que en Shakespeare.

Porque siempre lo sabemos, lo sabemos con la intuición y con la experiencia, que los amoríos que empiezan con champaña terminan por fuerza con té de manzanilla. Ay pero si ya sabía, ya sabíamos, porque el primer componente de la personalidad humana soluble en alcohol es la dignidad; muchas cosas se pueden preservar en alcohol pero la dignidad no es una de ellas. Uno no se muere de hacer un papelazo, no se muere de humillación, se muere de un puñal en la espalda, pero híjoles, cuanto hacen llorar las cosas que no nos matan. Lo ridículo que uno es aumenta siempre en proporción de cuanto uno se defiende y entonces ya ni llorar es bueno. Tú, paz mental,¿Por qué eres tan difícil de atrapar si no es uno monje budista, carmelita descalzo, el dalai lama o así? Es un cliché, pero por lo mismo cierto, que nuestros defectos y debilidades no son ridículos por si mismos, pero ridículos si son, y mucho, los esfuerzos que desplegamos para disimularlos.
Hay que ver como uno admira el coraje de ser si mismos de los demás, con todo y lo que esto conlleva de ridículo. Pero vamos, me trato de consolar, vanidad de vanidades todo es vanidad. Los franceses dicen que la vanidad es 9 de cada diez veces la fuente del ridículo, pero también dicen que éste, me contradigo, deshonra más que el deshonor, y de todos modos, las emociones de la gente que uno ha dejado de amar siempre parecen un poco ridículas, porque entre el amor fisco y el ridículo no hay mas que un paso, aunque habrá quienes digan que el último no existe y que si existe, quienes osen enfrentarlo conquistaran el mundo, aunque al hacerlo provoquen la mar de lágrimas.
Pero yo quiero llorar de dolor y de humillación. Me duelen los tomates de los ojos. Yo creo que se petrificaron las burbujas del champán atrás de ellos y se incrustaron en el nervio óptico ay que dolor...otra vez cruda y lo peor, cruda moral, ay ataraxia ataraxia...que placer el tuyo, el de no permitirme sentir dolor...que chistoso que los ductos lágrimales saben la diferencia entre llorar lágrimas de limpiador, lágrimas de lúbrica, lágrimas de cocodrilo y llorar lágrimas de persona, de gorila y de elefante, que somos los únicos que lloramos en serio, según me dicen. Sobre todo cuando se lloran lágrimas de indignación, lágrimas de humillación, lágrimas de rechazo, lágrimas de vergüenza, lágrimas de haber perdido de nuevo, lágrimas de amorío que nunca fue, de amorío que como empezó, se acabó.

Porque en verdad os digo: las palabras llevan al cielo o al infierno; no se pueden regresar, son los tambores de guerra que desencadenan el sufrimiento.¿No sientes que a veces decimos palabras que parece que alguien nos esta dictando, aún cuando sabemos que nos van a hundir? Fuck the little teleprompter in my head.



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