Me contó la prima de una amiga que hace mucho una de sus mejores amigas le contó que un día en la playa en Puerto Escondido se puso bien pacheca.
Esta niña, ni tan niña, ya no se cocía la primer hervor, y pueque ni al segundo, se había ido a celebrar el cumpleaños de otra amiga recién divorciada que nunca había fumado mota y con otro amigo que si, pero no quería revelar su pasado motense, ya que hacía unos bongs de lata increíbles, y fue él, con desplantes de machismo alfa, quien en la tienda mas jipiteca de Puerto Escondido consiguió la mota, para, según me cuentan, lavar el desprestige sufrido años antes en Playa del Carmen cuando al tratar de hacer lo mismo, conseguir mota, lo único que consiguió fue
Sin embargo esta vez lo hizo, y lo hizo muy bien, ya que le dieron, me dicen, una de calidad de rico---tengo otra amiga que dice que, igual que todo lo demás, las drogas de los ricos son mucho mejores y te ponen mas acá—medio humedota y resinosa pero para las necesidades de estos dos y medio semi pachecos, era suficiente y hasta sobro. La guardaron debajo de una piedrita con la esperanza de algún día regresar a Zicatela y no tener que pasar por el mismo trance. Pero tan pendejos que la dejaron en una bolsita de plástico que para estos entonces ha de haber sido devorada ya por incontables hormigas hasta la madre, muy a la cien años de soledad, pero pachecas.
Estos tres lastimeros personajes, se dedicaron a beber champaña tibia, no había enfriada que durase en ese calor y a darle mini jaloncitos a la mota turbo que consiguieron, con el feliz resultado de que hubo 3 meadas literales de la risa, li-te-ra-les, lo que provocó asfixiamientos de risa en los otros dos personajes, y una comprensión infinita de la cuarta dimensión y de lo relativo que es el tiempo, cuanto más si pachequerrerrérrimo oyes a Soda Stereo en la versión, what else, pacheca, como a 4 revoluciones: “Yo ca-mi-na-rén-tre laspie-dras hastasen-tir el temblor” y te das cuenta que los de Soda Stereo estaban ídem de hasta la madre que los que los oían, porque it all makes soooo much more sense cuando oyes estas canciones stoned to oblivion… “Hay una grieta en mi corazón , un planeta, ssssssssssss, ¿Traigo los ojos rojos? Pus traiiiiiítelosssssssssssss….
En fin que lejos de platicarse mucho, les dio la introspectiva y el monchismo, y me dicen que entre 18 y 20 oreos por sentada eran lo de abrir boca, pero que una de ellas invento un gran, gran mocnhie: tortilla de harina fría, con quesillo de Oaxaca, salsa verde, aguacate y pa que hiciese crunch, ruffles verdes, a manera de taquito, de los cuales se zampó entre 4 y 7, nadie recuerda con precisión…salieron incontables citas citables las cuales obviamente tampoco nadie recuerda, por mas que uno de ellos gritara alguien que apunte por favor y a todo mundo le dio el chale cuando dijeron que con razón alguien había dicho que el cielo era una cajita de terciopelo azul oscuro…y que en el cielo había sapos gigantes invisibles, de los cuales el único indicio de existencia, eran las bocotas que se veían claramente trazadas en las palmas del fumadero de opio/sala al aire libre de la casita...
Había una vez, un un planeta con una grieta muy culera. Un buen día, unos sapos gigantes salieron de su cajita de terciopelo azul para hacerse visibles. Aterrizaron en un fumadero de opio y, depués de sortear -con gran arte- tres charcos de orines y muchas migajas de oreos se encontraron con tres aves marinas. Los sapos les cantaron una canción. Y luego otra. Una de las aves calentó la champagna, no se apeo de sus tacones y sus velos orientales y logró comunicarse con los sapos extrasensorialmente. Algo que de vez en cuando pasa entre los sapos invisibles y las aves -las más sabias- y les dió la bienvenida; otra de las aves, macho ella, pensó que podía haber peligro y protegió a las de su especie, como siempre. La tercera se volvió a mear y pasaron tantas cosas por su mente de ave marina que se quedó muda y sorda. Los sapos cantaron y las aves decidieron seguirlos, caminando entre las piedras. Y ahí van, se les ve ya en la linea del horizonte. Tres puntitos blancos. Solos pero tres. Y mientras unos surfistas brasileños, un arquitecto de nombre Santiago ¿o Andrés?, un actor atormentado y solo, un galerista con gazné, un grupo muy grande de merecedores y un chileno medio pendejo que jamás entiendió nada los ven caminar, ellas cantan con los sapos. Y seguiran cantando.
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